martes, 12 de febrero de 2008

Fase visual


Es la primera de las fases, y debemos situarnos en un lugar apropiado para ello. Es de vital importancia una buena iluminación y a ser posible disponer de un fondo blanco para poder contrastar.

El color es el primer contacto que tenemos con el vino, y nos informa sobre su cuerpo, edad y estado de conservación.

Limpidez. Observamos si el vino está limpio, exento de partículas en suspensión, sedimentos o cristales. Cuando no se de el caso diremos que está opaco o melado.

Brillantez
. Obervaremos el nivel de brillo.

Intensidad de color. Miramos a través de la copa los objetos que tenemos detrás. Una buena forma de realizar este análisis en vinos blancos y rosados es intentar leer una escritura en una hoja en blanco situada detrás, según la posibilidad de hacerlo diremos que es poco, medio o muy intenso.

Fluidez. Obervamos la untuosidad o viscosidad removiendo el vino en la copa de forma se que forme un goteo sobre la pared, (lágrima). Se dice que el vino llora, y es una medida de la cantidad de alcohol y azúcares.

Conceptos de variación y evolución:

Inclinamos la copa sobre un fondo blanco y observamos los contrastes de color en las dos zonas diferenciadas: el ribete, (también llamado herradura o menisco), y el corazón.

Diremos que un vino tiene variación cuando existen más de una tonalidad a lo largo del fluído.

Diremos que tiene evolución cuando el vino refleja el paso del tiempo, su vejez.

En el caso de los tintos, los jóvenes mantienen colores vivos, púrpuras y rubíes, pero cuando envejecen estos colores tienen a ladrillados, tejas, ocre y anaranjados.

Los blancos jóvenes presentan reflejos verdosos, que con la edad evolucionan a dorados e incluso ambarinos.

Los conceptos de variación y evolución no tienen porqué ir ligados. Un vino puede presentar variación pero no evolución y viceversa. Por ejemplo, un vino tinto gran reserva puede tener el corazón granate y el ribete ocre, presentando por tanto variación y evolución.

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